Se apaga el carburico
en los túneles y en las galerías.
Negro es el fondo de las minas
donde el minero cavó su sepultura.
Se llenan las tabernas
alredeor de la partía de brisca
con las dichas y quebrantos
soleás, cartageneras, bulerías,
las seguiriyas, tonás y tarantos.
Cantan los mineros sus penas;
los pulmones deshechos por el plomo.
Desgarra el corazón
la voz de su garganta.
La Catedral del Cante
viste de fiesta al son de la guitarra.
La virgen del Rosario
y el buen Cristo de los mineros.
glorifican la sangre de los muertos.
Con el punzante quejío de las maeres,
la madrugá flamenca
rasga el aire de la Unión
con las notas colmás de pena.
Las bailaoras, con velos negros,
evocan en su liturgia el recuerdo
de hijos, paeres, hermanos o maríos.
Se doblan las campanas de dolor;
con la copla olvidamos el calvario
frente a este mar de los mineros.
Se apaga el carburico
y cierran los ojos las minas.
Tós cantan y zapatean
las calles pa arrancar tristezas.
Reemplazan el martillo
el pico y la barrena
por cante Jondo y la guitarra,
alumbraos por la lámpara minera.
Irel faustina Bermejo.