La obesidad es una enfermedad metabólica caracterizada por un exceso de tejido
graso o adiposo del organismo. Esta acumulación de tejido graso es consecuencia de un
desequilibrio del balance energético entre el Consumo Calórico y el Gasto Energético
Corporal, es decir, entre el ingreso de alimentos y el consumo calórico derivado de la
actividad física.
Cuando este desequilibrio se instala, ya sea por un aumento de la ingesta de
alimentos o una disminución del gasto del energético, “el ahorro energético”
consiguiente se acumula en forma de grasa (tejido adiposo). En la mayoría de los casos,
la obesidad se produce por un aumento de la ingesta alimenticia, asociada a una
disminución de la actividad física (sedentarismo).
Se señala la existencia de factores genéticos predisponentes o condicionantes de
esta patología, que poseen notable importancia en la evaluación clínica de muchos
pacientes con exceso de peso o de masa corporal. Sin embargo, las crecientes tasas de
obesidad no pueden explicarse exclusivamente por causas genéticas, sino que
juegan un rol protagónico relevante los hábitos alimentarios ligados al consumo de
alimentos de alto contenido energético o elevada concentración de grasas, a los que
debería añadirse la falta de actividad física o sedentarismo, por parte de vastos sectores
de la sociedad.
Las consecuencias que se derivan de esta enfermedad, están asociadas al
aumento del peso corporal y a las complicaciones a que puede dar lugar, tales como el
cansancio y las limitaciones para el desarrollo de las actividades cotidianas.
Frecuentemente las pruebas de laboratorio (analíticas de sangre) revelan
trastornos metabólicos tales como diabetes, caracterizada por el aumento de los niveles
de glucosa; hipercolesterolemias e hipertrigliceridemias (aumento de los niveles de
colesterol y triglicéridos) e hiperuricemias o aumento de los niveles de ácido úrico, que
pueden dar lugar a crisis gotosas. Estas alteraciones analíticas suelen acompañarse de
una disminución de la tolerancia al esfuerzo, hipertensión arterial y de un aumento de
los factores de riesgo cardiovascular, lo que supone desarrollo de insuficiencia
coronaria y mayores posibilidades de accidentes cerebrovasculares.
Otros trastornos atribuibles a la obesidad son:
La apnea de sueño; especialmente cuando el exceso de peso es muy
pronunciado, síndrome caracterizado por detenciones de la respiración durante el sueño
acompañado de ronquidos y que reducen el nivel de oxigeno en la sangre con el
consiguiente riesgo para la integridad funcional de los tejidos irrigidos.
Las complicaciones articulares, apreciables clínicamente y que padecen muchos
pacientes obesos; especialmente en caderas y rodillas son factores limitantes de la
actividad física.
En líneas generales, se concluye que la obesidad es responsable de una
disminución no solo de la calidad de vidam sino también de las expectativas de vida.
Existen otros factores que pueden favorecer el desarrollo de obesidad, tales como los
tratamientos medicamentosos con fármacos psicotrópicos (antidepresivos o sedantes) y
las terapias hormonales, especialmente con estrógenos. Ambas pueden inducir aumento
de peso.
Por otra parte, las circunstancias individuales generadoras de ansiedad, pueden
promover actitudes compulsivo alimentarias que se traducen en un aumento de la masa
y el volumen corporal; por ejemplo el abandono del tabaco por parte de fumadores,
causa frecuente de aumento de peso, aunque no en todos los casos.
Por último, ciertas patologías como hipotiroidismo, síndrome de Cushing y
enfermedades neurológicas o hereditarias que afectan el centro del hambre y la saciedad
localizados en el hipotálamo cerebral, suelen acompañarse de obesidad.
Tratamiento de la obesidad
Existen varias formas de enfocar el tratamiento de esta enfermedad, cuyo
objetivo es mejorar la salud del paciente reduciendo las complicaciones a que da lugar,
fundamentalmente las alteraciones metabólicas y la disminución de peso.
Con frecuencia suelen asociarse los tratamientos dietéticos y farmacológicos a
los efectos de aumentar la eficacia de los mismos, en función de las características de
cada caso evaluado individualmente.
Las dietas hipocalóricas representan el eje del tratamiento, es decir, dietas de
bajas calorías, pero equilibradas en cuanto a los nutrientes que deben aportar a los
efectos de lograr un balance energético negativo, o sea, “que ingresen menos calorías
que las que salen”.
Los tratamientos farmacológicos pueden resumirse actualmente en dos grandes
grupos:
1. Los que actúan sobre el sistema nervioso central, disminuyendo la sensación
de hambre y aumentando el metabolismo basal.
2. Los que actúan inhibiendo la absorción de grasas de la alimentación.
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ambas formas materializadas en las Tabletas Luna, basadas en la combinación de
principios naturales de origen vegetal que “regulan las funciones digestiva y urinaria,
incrementan el aporte de fibras solubles y mucílagos de efecto saciante, disminuyen los
niveles
Séricos de colesterol y triglicéridos y reducen la grasa corporal (tejido adiposo), a
través de la incorporación de un agente termogénico”. Es importante señalar que mejoran sensiblemente los resultados obtenidos si en
forma simultánea se aprovechan los beneficios que reporta la utilización cotidiana de
los Batidos Exialoe Energy y Ginkgo Energy.
El tratamiento de la obesidad debe complementarse con la práctica habitual de
ejercicio físico, para mantener el tono muscular y aumentar el gasto energético,
adecuado al estado clínico del paciente (caminar, subir escaleras o prácticas deportivas);
y de ser necesario apoyo psicológico, especialmente para aquellas personas que ofrecen
resistencia a la modificación de sus hábitos dietéticos y conducta.
Dr. Ricardo Gampel
Farmacólogo y Bioquímico
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